¿Por qué todo está enredado?

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La era del enredo

Vivimos en la era de la abundancia… y del desorden. Nunca antes en la historia habíamos tenido tantas cosas, tanto acceso a información, tantas aplicaciones, objetos y opciones. Pero con todo esto vino también el ruido, la saturación, la confusión. Pasamos de tener lo justo y necesario a vivir rodeados de lo innecesario: artículos que no usamos, archivos que no abrimos, adornos que ya no nos gustan, herramientas digitales que solo complican.

Todo está lleno. Todo suena. Todo exige nuestra atención. Y cuando todo pide atención, nada la recibe de verdad. En Costa Rica, este caos se nota en cada rincón: desde escritorios de oficina llenas de documentos del curso lectivo anterior hasta garajes llenos de cosas que “algún día vamos a vender”.

El caos no solo se instaló: se normalizó. Pero ese “desorden normal” nos está robando claridad, tiempo y energía. Y lo peor es que ni siquiera lo notamos porque vivimos acostumbrados. Por eso, este libro nace como un llamado: no para que te conviertas en un maniático del orden, sino para que redescubramos el valor de poner cada cosa en su lugar. Empezando por entender por qué todo está tan enredado.

Casas llenas, mente nublada

Nuestros teléfonos están más llenos que nuestros closets. Miles de fotos duplicadas, capturas de pantalla que ya no recordás para qué eran, carpetas de descargas con nombres imposibles. A eso sumale los grupos de WhatsApp que nadie lee, las notificaciones que jamás se abren y los correos con promociones del 2018.

Este desorden no se ve, pero pesa. Cada vez que abrís tu celular y no encontrás lo que buscás, perdés segundos valiosos… y te irritás. Ese microestrés se acumula. Y lo normalizamos. Lo peor es que creemos que no hay nada que hacer, que “así es la vida digital”. Pero no. Así como ordenamos una gaveta, también podemos ordenar la pantalla. Archivar, depurar, clasificar. Y lo más importante: decidir qué realmente merece estar ahí.

Esto es todavía más evidente: gente que guarda recibos escaneados en chats de WhatsApp, carpetas compartidas con archivos mal nombrados, miles de fotos del mismo atardecer. El caos digital también es caos mental. Y si queremos claridad, tenemos que empezar a limpiar lo invisible. Una pantalla limpia no solo se ve bien, también se siente bien. Y, de paso, te ayuda a enfocarte, a trabajar mejor… y hasta a dormir mejor.


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